¿Por qué Mubarak se aferra al poder?

 

Ayer, con tono firme y especialmente serio, Hosni Mubarak se dirigió al pueblo egipcio. Lejos de anunciar su deseada dimisión, transmitió como “padre de los ciudadanos e hijos de Egipto” un mensaje: “No voy a salir del país en este momento difícil”. Muchos medios de comunicación han visto este comunicado como un desafío, incluso como una burla a los egipcios que se encuentran acampados en la plaza de Tahrir. Pero antes de hacer esa valoración, creo que sería interesante conocer el perfil de Mubarak, para entender por qué se aferra de esa manera a la presidencia de su país.

Hosni Mubarak obtuvo a los 20 años el titulo de Ciencias Militares en la Academia Militar Egipcia, ingresando dos años más tarde en la Academia de la Fuerza Aérea, donde se convirtió en piloto de combate, completando su instrucción en la Unión Soviética.

En 1969 ya era Jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea y en 1973 ganó honores de héroe de guerra por los combates en la guerra de Yom Kippur, siendo considerado como uno de los “cinco héroes de la Travesía del Canal de Suez”, conocidos así por el ímpetu atacante que mostraron durante la contienda.

En 1975 fue nombrado vicepresidente, asumiendo la presidencia en 1981 cuando Anwar as Sadat fue asesinado. Desde entonces ha sido todo un superviviente, no solo políticamente sino también físicamente, sobrevivió a seis atentados y su cuidada salud le ha permitido aguantar estos 30 años al frente.

Es fácil pensar que después de tantos años, el rais se siente el dueño de Egipto, asi que parece que se aferra a la presidencia solo por  el poder, aunque también puede que sea porque se siente el “comandante” de todos los egipcios.

No hay que olvidar que Mubarak es un hombre del ejército. Es un militar metido en política que se toma cualquier discrepancia como un cuestionamiento a su liderazgo como comandante. La dignidad y el respeto a la cadena de mando son valores incuestionables, aunque ello suponga un conflicto civil como el que está viviendo el país. El ejercicio del mando, en cualquier actividad militar, lleva en sí mismo el firme propósito de cumplir la misión, y la de Mubarak es “facilitar la transición”, como señaló  en el discurso.

El liderazgo militar es institucional y no situacional. A diferencia de los líderes sociales que han surgido en el levantamiento popular, Mubarak fue formado durante toda su carrera militar para dirigir hombres, muchas veces en situaciones límites, y de una forma autocrática, que era la mejor entendida para facilitar la dirección del grupo. Curiosamente el mismo liderazgo autocrático que le ha alejado de la realidad de su país.

El problema de Mubarak, y el de también muchos militares, es que cuando transmiten ordenes lo hacen usando su autoridad legal como comandantes de la fuerza, y cumpliendo su papel de administradores, pero olvidando que las ordenes serán y son siempre dirigidas a personas, que en el caso de la sociedad civil no tienen por qué ser entendidas y ni mucho menos aceptadas.

Para solucionar la crisis hay que ver a Mubarak como se ve él mismo, como un soldado que ha servido a su país, y facilitarle una salida honrosa que permita desbloquear la situación. Como dijo Frank Wisner, enviado de Obama a El Cairo, ante la sorpresa de Washington, “necesitamos renovación pero tratándole sin hostilidad, no con una atmósfera de castigo”

En el caso de Mubarak, una despedida “sans adieu” o a la “francesa” como ocurrió en Túnez es difícil, por lo que habrá que crear otras salidas alternativas al general, ya que como ha dicho en el discurso: “No puedo, ni permitiré, aceptar órdenes del mundo exterior”. Salvo que otro general le haga el “relevo”.

 

© Luis de la Fuente Martin 2011

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